La mujer inmigrante marroquí en España

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Por Teresa Losada Campo, Bayt al-Taqafa (1). Este artículo fue presentado como ponencia en el Congreso Mujeres, democracia y desarrollo en el Magreb (Fundación Pablo Iglesias, Madrid, 23-25 de septiembre de 1993).


Estructura de la población femenina
Se han hecho muchos estudios sobre la emigración masculina pero el interés por las mujeres marroquíes es relativamente reciente. Durante años las mujeres aparecen invisibles, identificadas únicamente con relación a sus maridos. Esposas de sus maridos, hermanas de sus hermanos, hijas de sus padres o madres de sus hijos, permanecían en la sombra, su suerte ligada a la del hombre. A los ojos de los poderes públicos sólo cuenta el marido, portador de un permiso de trabajo y de residencia, y por tanto en situación de arropar a su mujer.
Muchas están aquí sin poder autónomo, y a su llegada tienen que reinventar la vida diaria, aprender la lengua, habituarse a las nuevas costumbres, adaptarse a una nueva distribución del tiempo. ¿Qué cambiar? ¿Qué conservar? La respuesta vendrá más tarde, aun cuando los actos diarios sigan otro curso. La vida comunitaria en el seno de la familia extensa queda reemplazada por un "frente a frente" marido y mujer, con sus ventajas y sus inconvenientes.

La combinación con las dos culturas puede llevarlas a las siguientes fases:

- Una cultura se afirma sobre la otra. 
- Una destruye a la otra. 
- La una y la otra se modifican al entrar en contacto. 
- La entrada de mujeres marroquíes es un hecho que data desde mediados de los años setenta y se caracteriza, entre otras, por las siguientes particularidades:


Mujeres solteras
La mayoría de las mujeres que vienen por iniciativa propia no están casadas, y están más expuestas a la explotación de cualquier tipo.
La regulación de 1.991 permitió entrar en el mercado de trabajo a un cierto número de mujeres, correspondiendo a Madrid y Andalucía el mayor porcentaje, tal como se señala a continuación (2).

Existen hogares monoparentales compuestos por un solo miembro de la familia; la mayoría de sexo femenino.

En la actualidad (3) las mujeres que emigran solas no pertenecen a las capas más bajas de la sociedad ya que presentan un nivel de formación de varios años de estudios y rompen con la tradicional sumisión de la mujer musulmana.


Mujeres casadas
La mayoría de las mujeres casadas se consideran como "inmigrantes pasivas" que abandonan el país de origen para unirse a su marido. La tipología corresponde a dos etapas del éxodo masculino (4):

Hombres establecidos en España desde finales de los años sesenta y que a partir de 1.973 comienzan a traer a sus familias. 
Otra categoría corresponde a hombres que han entrado en la misma época que los anteriores, pero que han atrasado o aplazado, por diversos motivos, hasta época reciente, la entrada de sus mujeres e hijos. 
Por último, hombres que han llegado en los últimos cuatro años y que, acogidos al proceso de Regularización, casados en el momento de emigrar, están trayendo a sus familias en un periodo relativamente corto. Se trata de un proceso de reagrupación rápido. 


Mujer y sociedad de acogida

La emigración afecta de diferentes formas a los comportamientos sociales de las mujeres, produciéndose, entre otras, tres formas de reacciones (5):

Las que proceden de zonas rurales tienden a mantener valores y comportamientos tradicionales, y constituyen un medio de estabilidad en el seno de la familia y de la comunidad. Si aceptan un trabajo asalariado lo consideran como contribución al bienestar de la familia, sin modificar su estatuto ni sus principios. 
Las que sienten atracción por los nuevos valores del país de acogida y sufren conflictos y resistencias al cambio. Luchan contra la asimilación. 
Las que de una aceptación pasiva y silenciosa de las nuevas condiciones de vida y de trabajo pasan a una modificación en el comportamiento y a una integración voluntaria. 
En general, la mujer marroquí empieza a asomarse y a descubrir el nuevo mundo creando su propia cultura. No cuelgan para siempre la chilaba, sino que se esfuerzan por conciliar sus costumbres y tradiciones con los códigos de conducta de la nueva situación, variando las respuestas de acuerdo al nivel cultural, educativo y a las aspiraciones de cada una. También la evolución es diferente según haya sido su medio social, edad y vida en zona rural o urbana.

La mayoría de las mujeres (6) que han llegado a comienzos de los años setenta proceden de ambiente rural y tradicional. Se han casado de niñas y algunas antes de llegar a la pubertad. Cuanto más tradicional es el ambiente, más joven se casa la muchacha. La chica pasa de la autoridad del padre a la del marido, sale del círculo de las niñas de la casa paterna para entrar en el de las mujeres de la casa conyugal. De una fugaz infancia salta a un prematuro estado de adulta. Pero hay que tener en cuenta que el hecho de casarse tan joven no les resulta extraño ya que están habituadas a oír hablar de matrimonios precoces, aunque la espera del día de la boda la viven con angustia porque representa ese momento del que las mujeres hablan con misterio y emoción. La maternidad es la razón de ser de la mujer en este ambiente y el medio defensivo de conservar a su marido, ya que la esterilidad trae consigo el repudio a corto o largo plazo y debe retornar a la familia de origen en la que volverá a la protección del padre y hermanos. El repudio es un elemento casi exclusivamente masculino, al varón le basta pronunciar la frase ritual, "yo te repudio", para que su mujer se convierta en repudiada. Por el contrario, si la mujer quiere divorciarse debe recurrir a una jurisprudencia muy complicada. De ahí que el ocultismo y los poderes mágicos le sirvan para luchar contra el dominio del varón o los ataques de otras mujeres. La mujer encubre así sus angustias, sus penas y esperanzas con un mundo imaginario y mítico. Aquí sigue ejerciendo esas prácticas ocultas que crean una indudable solidaridad en el mundo femenino. Las hijas perpetuarán este mundo, y también se puede constatar entre las mujeres más instruidas la necesidad de meterse en este mundo. Otro factor importante en este ambiente tradicional es la edad, sinónimo de superioridad. La mujer con la edad y la experiencia adquiere una creciente dosis de libertad y poder en el seno de la familia y serán las primeras en perpetuar el dominio que ellas padecieron por parte de sus respectivas suegras. Sin embargo, para todos los acontecimientos familiares van a ser decisivos y se van a suceder diferentes estatutos: Esposa, Madre y Abuela.

El proyecto de emigración, en principio, sólo tenía como función la agrupación familiar, pero la relación con otras mujeres, el confrontamiento con sus vecinas y el paso del tiempo, les hace ver otra realidad y aspira a mejorar su condición insertándose en el mundo del trabajo. La mayoría de las mujeres están presentes en trabajos terciarios, entran en el mundo laboral por la puerta del servicio doméstico; auú las más cualificadas terminan en empleos de bajo rango y bajos salarios, y si bien es cierto que los hombres más cultos sufren movilidad descendente, el contraste es mayor en el mundo de la mujer. También se constata que las mujeres en situación irregular ocupan los mismos puestos de trabajo que las regulares, ratificando el carácter complementario de las dos economías. Las viudas o divorciadas representan la feminización de la pobreza por las condiciones laborales que tienen que aceptar. En los últimos años ha aumentado el número de mujeres en trabajos fuera de casa. El fenómeno migratorio trae de continuo a la memoria el aspecto económico, y en el actual contexto el trabajo femenino juega un papel particular como amortiguador de la crisis. La mujer al ejercer una actividad asalariada hace uso del privilegio que le concede el Derecho de Familia Marroquí; es decir, puede administrar sus bienes y tratar de ahorrar para comprar oro en sus viajes de vacaciones a Marruecos. El oro es "el Banco de las mujeres" (7).

Con el trabajo la mujer adquiere categoría y recibe de su marido mejor trato, y en caso de darse un mal comportamiento no toleraría este proceder porque siente seguridad material, aunque las características de este mercado laboral, como acabamos de ver, se limita a sectores infrapagados y descualificados.


Relación de la mujer con la sociedad de acogida y la de origen
La mujer establece relación con la sociedad de acogida a través de vínculos de vecindad de carácter ocasional o rutinario, pero es difícil llegar a un verdadero intercambio de amistad (8), reservándose este último nivel al seno de la comunidad marroquí, con miembros de la misma etnia, prolongando los lazos ya existentes antes de la inmigración y de nuevo reanudados en el exilio. Las relaciones con el país de acogida están poco desarrolladas, quizás los motivos haya que encontrarlos en la diferencia de cultura, de mentalidad y de costumbres. Por el contrario la anexión con el país de origen es constante, debido, en parte, a la proximidad geográfica que les hace vivir entre las dos orillas del Mediterráneo. Esta cercanía contribuye al mantenimiento y recreación en el orden material por el aporte de elementos relacionados con las actividades de subsistencia, así como los producidos para propósitos ornamentales, artísticos y culturales (9).
En la medida en que desea conservar su dieta y decorar su casa al estilo marroquí tiene que disponer de productos alimenticios, utensilios culinarios y adornos de los que se provee en el país de origen. En el hogar es donde la mujer mantiene las tradiciones ligadas a lo cotidiano: alimentos, vestido, lengua y mobiliario. Si la madre tiene poder y habilidad para transmitir la cultura de origen en usos y costumbres puede alcanzar un grupo homogéneo dentro de su espacio privado. En contacto con el país de acogida la mujer se subleva contra la poligamia y la violación física, y trata de establecer redes de solidaridad y comunicación dentro de su grupo étnico. Las mujeres de más edad son las guardianas de la tradición y de la estabilidad, quieren mejorar su estatuto, pero se resisten a cambios que pueden aparecer impuestos.

Las mujeres se integran con más facilidad en la sociedad y son sensibles a la modernización, pero cuando se trata de una situación conflictiva que atañe a sus valores culturales, la casi totalidad opta por los tradicionales.

Para lograr una integración es necesario considerar a las mujeres con personalidad propia, necesidades y aspiraciones especificas. Toda política de integración debería garantizar igualdad de oportunidades y de trato entre hombres y mujeres.


Mujer y familia
La mujer marroquí se enfrenta a prácticas sociales diferentes que la introducen en experiencias desconocidas y la invitan a adoptar nuevas costumbres en su vida diaria. No suele producirse una asimilación integral de valores y normas en este cruce, sino más bien un proceso de préstamos o copias de ciertos elementos de la vida cultural y material de los dos grupos en presencia.
La familia tradicional se caracteriza por la cohabitación bajo el mismo techo de toda la descendencia paterna. Allí el matrimonio no asume sólo las responsabilidades, todo se comparte. Aquí las decisiones salen de los padres, y la pareja gana una importancia que es incompatible con la familia patriarcal. Esta situación nueva, tanto para el hombre como para la mujer, aporta distintos modos de funcionamiento en donde la mujer/madre toma cada vez más responsabilidad gracias a la ausencia del clan, y a ella le toca construir la relación entre la familia y el exterior, papel exclusivamente masculino en las sociedades tradicionales de Marruecos. El cambio de la familia -de la patriarcal a la conyugal gana en participación y colaboración, que se hace más evidente cuando la mujer es más joven, pero siempre se resiente la ruptura (10) de la protección de la familia externa, que se beneficia de una solidaridad organizada cuyo precio a pagar se manifiesta a través de un control social colectivo estricto y riguroso. Las visitas y encuentros de unas con otras ayudan a remediar la nostalgia y a reconstruir el cuadro original (11).

La emigración aleja de la pertenencia a la tierra y al grupo, disloca el control social; debido a la ausencia de los mayores echa los cimientos de una familia nuclear. La mujer gana en autonomía, poder y libertad, y ensancha la esfera de su influencia. Esta evolución se opera de manera casi invisible en la integración de la familia marroquí en la esfera pública. La desintegración del funcionamiento tradicional permite su adaptación en la sociedad española. El coste más doloroso lo sufraga muchas veces el padre, ya que su imagen de "jefe" y portavoz de la ley en la familia y en el grupo social queda menguado y reducido porque madre e hijas se articulan en torno a un jefe que manifiestan posiciones de emancipación personal y retroceso progresivo de la supremacía masculina, y aunque esto no sea la tónica general la tendencia se refuerza de forma significativa, y en no pocos casos después de dolorosos acontecimientos, pero siempre la ruptura se lleva paso a paso y con el riesgo calculado. Hay que decir, sin embargo, que este hecho tangible y visible contrasta y desentona con el suspense y estancamiento de algunas mujeres rifeñas (12), que extrapolan sus tradiciones sin dejar lugar a cambio y progreso en el nuevo ámbito social. En el Rif la mujer ha jugado un papel secundario, impuesto por una sociedad basada sólidamente en una estructura patriarcal que la confina a la casa y a la familia.


La mujer y el Islam
La religión islámica (13), por su talante político, no sólo nació para organizar lo espiritual sino también para estructurar la sociedad, y será El Libro Santo, El Corán, en el que quedan plasmadas las leyes que en adelante van a regir la Comunidad de creyentes en sus relaciones individuales y familiares: Religión, Familia y Comunidad son los tres pilares de la cohesión social.
El Islam, en Marruecos (14), forma parte de un mundo en el que la transmisión de costumbres familiares es un compromiso de sociedad que no hay que omitir, pero que se lleva a cabo de acuerdo con el marco social. Esto no quiere decir que la mujer en ambientes sociales elevados rompa con el pasado, pero las interferencias, evoluciones y adaptaciones a la modernidad pasan por posiciones de clase.

La mujer inmigrante marroquí, en la esfera religiosa de la sociedad española, queda relegada al círculo doméstico, al espacio privado, por tanto invisible. En efecto, la sociedad musulmana excluye del dominio público religioso a la mujer. Esta exclusión tiene su origen en interpretaciones abusivas de pasajes de textos coránicos que hacen referencia a la desigualdad de sexos para legitimar la supremacía de los hombres en la vida pública. "La condición de la mujer musulmana, afirma Mansour-Fahmy (15), se degrada a medida que la sociedad arabe-islámica avanza en el tiempo. El uso del velo tiene un significado religioso que se resume en la distinción de dos clases sociales: la clase de mujeres libres y la de las esclavas -para estas últimas estaba prohibido el velo-. El velo es más una cuestión de costumbres que de ley religiosa."

En España las salas de oración extendidas por nuestra geografía, a excepción de alguna Mezquita, adolecen de espacios para las mujeres. Esta situación conduce a las mujeres a organizar sus propias actividades religiosas en espacios privados, cerrados, en el interior de los santuarios y de las casas (16).

La observancia religiosa es de gran complejidad: combinación de ritos canónicos y ritos populares emparentados al sufismo y a la magia. Junto al Islam ortodoxo, (17) al ritual del Libro Sagrado y a los Cinco Pilares en los que se apoya la verdadera fe, se mezclan otros ritos, otras creencias, como el reino de los jins (genios) -seres intermedios entre los ángeles y los humanos-. Este Islam se caracteriza por manifestaciones sociales. Las mujeres cuando hablan del Ramadan o del Zakat (limosna) hacen más referencia al intercambio social que al aspecto religioso (18). Los deberes religiosos del Islam los realizan a través de las relaciones sociales, recreando así la comunidad en el exilio. Es una forma viva de cumplir las obligaciones religiosas, y que no debe ser interpretada como desacralización de los ritos coránicos. Resitúan la religión en una dimensión cultural.

Con las prácticas religiosas extrapolan el Islam (19) del país de origen, signo de pertenencia. Entre otras prácticas conviene distinguir las que tienen carácter individual (oraciones diarias, prescripciones alimenticias); prácticas individuales (imposición del nombre, circuncisión, matrimonio y muerte); prácticas colectivas (Ramadán Aid el-Saghir, Aid el-Kabir y Peregrinación a la Meca).

La cohesión cumunitaria se mantiene en los acontecimientos familiares.

Su saber religioso se adquiere en el medio familiar; saber oral y del gesto transmitido por la madre y la abuela en el seno de las redes de la sociedad femenina sobre temas religiosos, pasando por la determinación de lo que es "lícito". Por ello dentro de un colorido de herencia cultural y de expresión de familiaridad familiar.


Perspectivas de la mujer emigrante
EL estatuto de la mujer inmigrante presenta precariedad en la situación jurídica ya que las políticas de integración siguen basándose en la hipótesis de que los emigrantes sólo son hombres, y las mujeres familiares a su cargo (20.). Las mujeres están en posición desfavorable en relación a sus maridos y a las mujeres autóctonas.
La mujer juega un papel muy importante de coyuntura entre las dos culturas. El enlace entre identidad e integración dependerá, en parte, de que la sociedad de acogida quiera tender puentes o sentar obstáculos. Toda política de integración debe garantizar igualdad de oportunidades, que equivale a decir participación activa de la mujer en la vida e instituciones del país de acogida.

Las comunidades étnicas (21) crean equipamientos para las familias, que tienen de positivo la protección cultural de grupo, pero podría ser obstáculo al cambio social si se ven obligadas a quedarse encerradas en su etnia porque no tienen ninguna otra alternativa en el país de acogida.

Las oportunidades que se ofrezcan a estas mujeres ayudarán a dejar de lado los estereotipos que la literatura occidental reproduce de la mujer árabe-musulmana (22) y contribuirán a adoptar una nueva mirada porque un futuro común se impone.



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NOTAS:

1. Directora de la Asociación de Inmigrantes Magrebíes BAIT al-ZA QAFA, de Barcelona. 

2. Bernabé López y otros.- Inmigración magrebí en España, El retorno de los moriscos . Ed. Col. Mapfre, 1492 (Madrid, 1993), pág. 92. 

3. Migraciones Internacionales con fines de empleo.- Trabajadoras de servicio doméstico en Madrid. Madrid. Por colectivo I.O.E. para la Oficina Internacional de Trabajo (Ginebra) (Madrid, 1991) pág. 31. onal 

4. Malika Bentaieb.- Les femmes étrangères en France, en Hommes et Migrations nº 1141 (París, l991) pags. 4-12 

5. Teresa Losada Campo.- La mujer inmigrante de origen magrebí. En Text i Conteext Revista de Col. de Psicolegs de Catalunya Nº 4 (Barcelona, 1991) págs. 11 y ss. 

6. Driss Moussaoui.- La mujer entre la "hachuma" y el "haram" , Pliegos de Encuentro Islamo-Cristiano, nº 7 (Madrid, 1985) págs. l l y ss. 

7. Femmes et Migrations.- "Conseil de l'Europe" (Strasbourg, 19-21 novembre, l .948). Projet nº du C.D.C.C. Colloque sur "Femmes et Migrations: aspects culturels et educatifs" Conseil de la Cooperation Culturelle. (Strasbourg, 1986) pág. 15. 

8. Mohamed Mazouz.- Les Marrocains en Ile-de-France. Ed. CIEMI L'Harmattane (Paris, 1988) págs. 91 y ss. 

9. Carlos Giménez Romero.- Mantenimientos y recreación de la cultura de origen. En Entre culturas - Boletin del programa de emigrantes de Caritas Española, nº 5 (Madrid. l993) págs. 8 y ss. 

10. Mohamed Mazouz.- Les Marrocains ...o.c. pág. 97. 

11. Adil Jazouli.- L' intégration au féminin. En Presse et Inmigrés en France nº 169-170. CIEMI (Paris, 1988) pág. 11. 

12. Luis Miguel Narbona Reina.- Marroquíes en Viladecans. Ed. Ajuntament de Viladecans (Viladecans-Barcelona, 1993) pág. 109. El autor dentro del capítulo "La problemática de la adaptación social" dedica un subtítulo "Acerca de algunas mujeres riferenas de Viladecans", págs. 109-112 y dice: "Dentro de la sociedad cabileña el prestigio y el honor recaen en todos los componentes del grupo, y del mismo modo, las infracciones cometidas por un componente del mismo recaen sobre el conjunto. La mujer, vista como un elemento comprometido y generador de conflictos, está encomendada a la custodia del hombre: el padre. el hermano y el resto de los familiares masculinos que han de velar por ella hasta que, una vez casada, sea el marido el que responda de los actos de la mujer. El marido tiene plena autoridad sobre la esposa (e hijos) y todas las decisiones familiares emanan de su autoridad". 

13. Gema Martín Muñoz.- Del Corán a los Códigos de la familia. En Africa-América Latina. Cuadernos, nº 9 (Madrid, 1992) págs. 38-48. 

14. Louis de Prémare.- L'lslam au Maroc. En Informations Catholiques Internationales, nº 415 (París, 1972) págs. 9-17. 

15. Mansour Fahmy.- La condition de la femme dans l'Islam. Ed. Allia. (París, 1990). 

16. Sossie Andezian - Islam au féminin. En Migrations Société, Ed. CIEMI nº 9-10 (París, l 990) págs. 7-16. 

17. Fernando Valderrama.- El Islam en el mundo Beréber. Encuentro Islamo-cristiano, nº 171 (Madrid, 1986) págs. 4-6. 

18. Sossie Anzedian.- L'Islam en France: Problème(s) de femme(s)? En Migrants-Formations nº 84 (París, l991) págs. 6-22. 

19. Teresa Losada Campo.- Islam, Inmigración e Inserción en Europa. En Anales de la Fundación Pulino Torras (Barcelona, 1989-90, págs. l 8-26. 

20. La dimensión relativa a la mujer.- En Estado de la población mundial F.N.U.A.P. (Nueva York, 1993) págs. 25-30. 

21. Femmes et Migrations. Conseil de l'Europe o.c. pág. 16. 

22. Augustin Barbara.- Réprésentations de la femme musulmane par les non-musulmans. En Migrations Société. Ed. CIEMI. nº 19 (París, 1992) págs. 11-12. 


 


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